lunes, 25 de mayo de 2015

Carolina de Brunswick-Wolfenbüttel, Princesa de Gales

La duquesa Carolina Amelia Elisabeth de Brünswick-Wolfenbüttel nació el 17 de mayo de 1768 en la localidad alemana de Braunschweig, capital del ducado del mismo nombre, hija del Duque Carlos II Guillermo Fernando de Brünswick-Wolfenbüttel y de la Princesa Augusta de Gales, hermana mayor ésta del rey Jorge III de Gran-Bretaña. Con 26 primaveras y a punto de cumplir los 27, se veía enviada a Londres para unirse al heredero del trono británico, el Príncipe de Gales, con el que la habían prometido sus padres en 1794.
Caroline, Princess of Wales, 1798 by Sir Thomas Lawrence.jpg La duquesa Carolina se convirtió en un precioso peón en el tablero de las alianzas a ojos de la Corona Británica, entonces ya en guerra contra la Francia Revolucionaria: aunque ésta era princesa de un minúsculo Estado enclavado en el rompecabezas del Sacro Santo Imperio Romano Germánico, su parentesco con el rey de Prusia y la estrecha amistad de su padre con dicho soberano la convirtieron en una princesa deseable para el Gobierno de Su Graciosa Majestad. Puesto que se trataba de un juego de alianzas políticas en el que no cabían sentimientos, Londres mandó formalmente la petición de mano a la corte ducal germana y, poco después, se anunció el compromiso del Príncipe de Gales con la duquesa "por cortesía" Carolina de Brünswick-Wolfenbüttel. Jorge III mandó a Lord Malmesbury, quien llegó a Braunschweig el 20 de noviembre de 1794 para recoger a la novia y conducirla hasta su nuevo destino. En su diario, Lord Malmesbury dejó consignadas sus impresiones sobre la futura Princesa de Gales: "...carece de sentido común, decoro y tacto, habla fácilmente sin pensar primero, es muy dada a la indiscreción y, para colmo, olvida gustosamente asearse o mudar sus ropas sucias." Sin embargo, el mismo diplomático de ocasión cita que tiene una personalidad sin artificios, natural pero sin moralidad alguna y que desconoce por completo el valor, la utilidad y necesidad de su persona; a esto añade su gran valentía en el momento de la travesía del Canal de la Mancha, bajo el fuego cruzado de los cañones franceses y británicos.

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