lunes, 18 de abril de 2016

Palacio de Linares

Tuvo una educación cosmopolita en Inglaterra, Alemania y Francia y heredó pronto una gran fortuna: perdió muy joven a sus padres y sus hermanos. Pero no solo preservó el legado familiar, sino que lo incrementó ampliamente. José de Murga y Reolid, primer marqués de Linares –Amadeo de Saboya le concedió este título nobiliario– fue un hombre de negocios como mucho ojo y un sibarita. Amante del lujo más exquisito y la buena vida, el arte y la música fueron sus grandes pasiones, aunque también llevó a cabo una destacada labor filantrópica.

José de Murga y Reolid
I Marqués de Linares
Casado con Raimunda Osorio y Ortega, viajaron por toda Europa, donde acudían al teatro y la ópera y adquirían, sobre todo en París, obras de arte y objetos decorativos para sus mansiones. En especial, para la joya de la Corona familiar: el Palacio de Linares, que alzó sobre los solares del antiguo Pósito Real en el más selecto paseo madrileño de la época, denominado «el barrio de los banqueros», cerca de otros palacios como el del marqués de Salamanca, Xifré, Buenavista, propiedad entonces de la Casa de Alba; Uceda. Indo, Santoña, Gaviria... No escatimó en gastos: mármol de Carrara para la escalera imperial, sedas orientales para el salón japonés, pinturas pompeyanas en las galerías... Lo dotó de los últimos adelantos tecnológicos (calefacción, teléfono, montacargas) y contrató a los mejores artistas españoles del momento para su decoración: Francisco Pradilla, Sebastián Gessa, Casto Plasencia, Manuel Domínguez, Alejandro Ferrant, Ricardo Villodas... De estilo neobarroco francés y muy ecléctico, fue diseñado por los arquitectos Carlos Colubí, Manuel Aníbal Álvarez y Adolf Ombrecht.
Los marqueses de Linares no tuvieron hijos y el palacio y sus tesoros fueron a manos de su ahijada, Raimunda Avecilla y Aguado, hija del abogado y administrador de la familia. Con los años, el edificio fue adquirido por la compañía marítima Transmediterránea, después por la Confederación Española de Cajas de Ahorro (CECA), fue a parar a manos de Emiliano Revilla y César Montenegro y, finalmente, a cambio de una permuta por unos terrenos, pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de Madrid. En 1989 se pensó en la creación de la Casa de América, para lo que se creó un consorcio: Exteriores y la Comunidad de Madrid pagarían la restauración del palacio a cambio de que el Ayuntamiento cediera el edificio durante 50 años. Tras dos años de una compleja y costosa restauración, abrió sus puertas, completamente remozado, en 1992. Hoy luce espléndido, con la diosa Cibeles como testigo y algún fantasma rondando por él.
Texto: Natividad Pulido
Diario ABC

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