sábado, 30 de enero de 2016

Guillermo de Dueñas completa la segunda etapa del Rallye Monte-Carlo Historique



Después de una larga etapa de viaje desde Barcelona a Mónaco y tras un primer tramo cronometrado que ha servido a los pilotos como toma de contacto, Guillermo de Dueñas y su copiloto, Tito Fernández, han completado la segunda etapa del Rallye Monte-Carlo Historique a bordo de su Lancia Beta Montecarlo de 1973.

Guillermo de Dueñas y Manzanares
Piloto
Ha sido un largo día de competición en el que se han enfrentado a cuatro pruebas cronometradas. Los participantes han empezado muy temprano al volante de sus coches recorriendo el tramo que va desde Entrevaux a Ubraye, cruzando el Col de Félines, uno de los clásicos puertos de montaña de este rally. Los siguientes tramos han sido de Le Chaffaut a Oraison y de Eygalayes a Verclause para terminar el día de Cimetiere de Vassieux a Echarasson. El último control de paso del día ha tenido lugar en Saint Nazaire en Royans, antes de legar a la ciudad de Valence, donde los competidores descansarán después de este duro día y reponer fuerzas para afrontar los tramos de mañana.
Guillermo corre a favor de la Fundación Gomaespuma, fundada por los periodistas Guillermo Ferrer y Juan Luis Cano para apoyar ayudar a los niños a través de acciones culturales. Se trata de un rally sin igual, que consta de 14 tramos en los que los participantes reviven el antiguo rally de Montecarlo a bordo de los coches que corrieron por aquel entonces, que hayan sido construidos entre 1955 y 1980.
En los últimos meses, Guillermo, que es la segunda vez que participa en este rally aunque la primera como piloto, ha dedicado parte de su tiempo a preparar su Lancia, un mito de la automoción del que sólo se fabricaron en su día 7.700 unidades, para que todo esté a punto y poder llegar a la meta tras finalizar con éxito cada una de las etapas.

lunes, 25 de enero de 2016

Historia del arte para incrédulos por Ramón Soraluce Blond

Ni Eiffel fue el verdadero autor de la emblemática torre parisina, ni la Dánae de Rembrandt debería exhibirse en el Hermitage. Tampoco el Buen Pastor debería figurar en los manuales de Historia del Arte como modelo de escultura paleocristiana. «Es un escándalo porque es un fragmento del relieve de una lápida sepulcral romana, que se transformó posteriormente en una estatua de bulto redondo. Ni siquiera tenía piernas. Era de medio cuerpo. Se las pusieron posteriormente», explica José Ramón Soraluce Blond, que en su «Historia del arte para incrédulos" (Andavira editora) pone en entredicho el relato que recogen los manuales tradicionales sobre 54 obras de arte, desde la muralla china hasta la obra de Richard Serra que desapareció hace apenas una década en Madrid. «Llevo 40 años como profesor de Historia del Arte y siempre he dado clase con muchas dudas», explica este catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de La Coruña. Sus inquietudes le han llevado a profundizar durante años en otros planteamientos que no se han tenido en consideración o se han quedado aparcados, «en muchos casos por resultar incómodos».

Sr. D. José Ramón Soraluce Blond 
Foto Xurxo Lobato
Un tótem de la cultura occidental como la Victoria de Samotracia, continúa Soraluce Bond, «está más que recompuesta». «Es un puzzle incompleto. Habría que decirlo. Casi un 50% es añadido», subraya este académico de la Real Academia Gallega de Bellas Artes y de las Academias de Bellas Artes de San Fernando y de San Jorge de Cataluña. Tampoco se libran en este demoledor análisis Luperca, la famosa Loba del Capitolio, porque «no era etrusca», o el arco de Constantino, el más modélico e imitado de los arcos de triunfo antiguos, «reciclado de piezas con dudoso origen y constante manipulación».
Tan incómodo resultó a las autoridades soviéticas ver cómo había quedado la Dánae de Rembrand, tras el ataque con ácido de un demente en el Hermitage de San Petersburgo, que rechazaron de plano la propuesta de los restauradores del museo. «Éstos querían retirar el cuadro y guardarlo destruido para estudio de los expertos, pero la política cultural de la Unión Soviética ordenó su restauración. Sobre la base destrozada, se pintó encima», relata el experto en Historia del Arte. «Las nuevas pinceladas han dado al cuadro una luz y un color muy diferentes a los de Rembrandt», señala Soraluce en el libro, recordando las palabras del director del Hermitage: «Aquella Dánae que existió, ya no existe... se logró conservar su espíritu».
Soraluce recuerda casos de arquitectura tan restaurada, como San Martín de Frómista, que habría que sacarlos de los manuales. «Frómista sí debía haber aparecido» entre los casos de esta «Historia del arte para incrédulos» se lamenta.

Texto: ABC MÓNICA ARRIZABALAGA



El ducado de Florencia




Cosme I de Médici (Florencia, 1519 – Villa di Castello, 1574)
 II Duque de Florencia (1537-1569)
 I Gran Duque de Toscana (1569 - 1574)
Estado fundado en 1533 con el nombramiento de Alejandro de Médici como Duque de Florencia por parte de su padre el Papa Clemente VII. En 1537, tras ser el nuevo duque asesinado por orden de Lorenzino de Médici, su primo lejano, ninguna de las familias más importantes estaba en condiciones de pretender su puesto, de manera que se opusiese al imperio de Carlos V. En ese momento, apareció Cosme I de Médici, quien con sólo 17 años y seguido de unos pocos siervos, fue investido. Emitió un decreto en el que excluía a Lorenzino y a sus descendientes de cualquier derecho de sucesión, desautorizó al Consejo y asumió la autoridad absoluta de manera tiránica, causando el exilio voluntario de varios notables de la ciudad. Estos, con el apoyo de Francia, intentaron derrocarlo pero fracasaron en la Batalla de Montemurlo. Después de este golpe de autoridad en la región, Cosme fue reconocido como Duque por el Emperador Carlos V a cambio de su ayuda contra los franceses.
Este hecho le permitió llevar a cabo la expansión de Florencia, conquistando la República de Siena(Batalla de Marciano) y controlando la mayor parte de la Toscana.
Sin embargo, Cosme no se resignaba a ser un vasallo del Emperador y buscaba mayor independencia política. De esta manera, treinta y seis años después de establecerse el estado, en 1569, el Papa Pío V eleva a Cosme de Medici
como "Gran Duque de Toscana", poniendo fin al Ducado de Florencia, y en lo sucesivo el gran duque sería coronado por el Papa en Roma. Por considerar que el derecho a establecer un Gran Ducado estaba reservado al Emperador, España y Austria se negaron a reconocerlo, mientras Francia e Inglaterra aguardaron para validarlo finalmente; con el paso del tiempo, todos los estados europeos acabaron por reconocerlo. Los Medici continuarían gobernando la región hasta 1737.