lunes, 25 de enero de 2016

Historia del arte para incrédulos por Ramón Soraluce Blond

Ni Eiffel fue el verdadero autor de la emblemática torre parisina, ni la Dánae de Rembrandt debería exhibirse en el Hermitage. Tampoco el Buen Pastor debería figurar en los manuales de Historia del Arte como modelo de escultura paleocristiana. «Es un escándalo porque es un fragmento del relieve de una lápida sepulcral romana, que se transformó posteriormente en una estatua de bulto redondo. Ni siquiera tenía piernas. Era de medio cuerpo. Se las pusieron posteriormente», explica José Ramón Soraluce Blond, que en su «Historia del arte para incrédulos" (Andavira editora) pone en entredicho el relato que recogen los manuales tradicionales sobre 54 obras de arte, desde la muralla china hasta la obra de Richard Serra que desapareció hace apenas una década en Madrid. «Llevo 40 años como profesor de Historia del Arte y siempre he dado clase con muchas dudas», explica este catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de La Coruña. Sus inquietudes le han llevado a profundizar durante años en otros planteamientos que no se han tenido en consideración o se han quedado aparcados, «en muchos casos por resultar incómodos».

Sr. D. José Ramón Soraluce Blond 
Foto Xurxo Lobato
Un tótem de la cultura occidental como la Victoria de Samotracia, continúa Soraluce Bond, «está más que recompuesta». «Es un puzzle incompleto. Habría que decirlo. Casi un 50% es añadido», subraya este académico de la Real Academia Gallega de Bellas Artes y de las Academias de Bellas Artes de San Fernando y de San Jorge de Cataluña. Tampoco se libran en este demoledor análisis Luperca, la famosa Loba del Capitolio, porque «no era etrusca», o el arco de Constantino, el más modélico e imitado de los arcos de triunfo antiguos, «reciclado de piezas con dudoso origen y constante manipulación».
Tan incómodo resultó a las autoridades soviéticas ver cómo había quedado la Dánae de Rembrand, tras el ataque con ácido de un demente en el Hermitage de San Petersburgo, que rechazaron de plano la propuesta de los restauradores del museo. «Éstos querían retirar el cuadro y guardarlo destruido para estudio de los expertos, pero la política cultural de la Unión Soviética ordenó su restauración. Sobre la base destrozada, se pintó encima», relata el experto en Historia del Arte. «Las nuevas pinceladas han dado al cuadro una luz y un color muy diferentes a los de Rembrandt», señala Soraluce en el libro, recordando las palabras del director del Hermitage: «Aquella Dánae que existió, ya no existe... se logró conservar su espíritu».
Soraluce recuerda casos de arquitectura tan restaurada, como San Martín de Frómista, que habría que sacarlos de los manuales. «Frómista sí debía haber aparecido» entre los casos de esta «Historia del arte para incrédulos» se lamenta.

Texto: ABC MÓNICA ARRIZABALAGA



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