Trad. David M. Copé. Ilustraciones de Alejandra Acosta. Sexto Piso. Madrid, 2016.
Texto: Manuel Gregorio González
Es imposible acudir a la obra de Choderlos de Laclos, a su refinada y compleja iniquidad, sin mencionar dos obras que la preceden y, en cierto modo, la explican: La nueva Eloísa de Rousseau y Las penas del joven Werther del consejero Goethe. Una y otra acuden al género epistolar, o al diario íntimo, para incidir en una nueva realidad, visible en la pintura de Chardin, que se ha extendido sobre el siglo XVIII: la intimidad doméstica y su exposición al público. Ambas orbitan, de igual modo, en torno a una magnitud que hallará su cénit en el siglo siguiente: el amor, el amor/pasión, y cuanto concierne a su archipiélago de gozos y desdichas. También cabría citar, en relación a Laclos, la obra del marqués de Sade; pero no por su reiterada alusión a los fluidos corporales, sino porque en Sade se articula un nuevo modelo de sociedad en el que la antigua voluntad de Dios ha sido sustituida por la voluntad -tiránica- del hombre.
Choderlos de Laclos |
He aquí, probablemente, el nudo último de Las relaciones peligrosas. No es sólo que la marquesa de Merteuil sea mucho más inteligente, mucho más sutil y despiadada que el vizconde de Valmont. No es sólo que acuda a este comportamiento, según propia confesión, para eludir a los libertinos como Valmont y burlarse de ellos. Lo que subyace a Las relaciones peligrosas es el nuevo concepto del amor que ha nacido de estas novelas y para ese tipo de lectoras. Me refiero, obviamente, al amor/pasión que triunfará unas décadas más tarde. Pero me refiero, en primer término, al matrimonio por amor, a las afinidades electivas que ponderó Goethe, y que pretendían desbancar la secular costumbre del matrimonio de conveniencia. Es en este pliegue de la Historia donde la novela gótica a lo Radcliffe, o la novela amorosa que aquí tratamos, adquieren su particular importancia. Si las jóvenes heroínas de Laclos sueñan con un amor verdadero, con un amor puro, indestructible, que sortee cualquier tipo de adversidad, lo sueñan, en gran parte, porque su matrimonio ha sido ya concertado por sus padres. Con lo cual, Valmont acudirá a este novísimo lenguaje de los sentimientos, a su dulce palinodia, no para entregarse al vértigo y la desmesura del enamoramiento, sino para hechizar a sus víctimas y devolverlas a la sociedad, burladas en su ideal y con la huella de una irreversible mácula.
Valmont |
Fuente: Diario de Jerez
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