domingo, 24 de abril de 2016


El Duque de Rivas

Texto. ABC. Andrés Amorós

Ángel de Saavedra nació en Córdoba, en 1791, de familia aristocrática. Participó en la Guerra de la Independencia. Fernando VII le condenó a muerte, por su incipiente liberalismo. Embarcó a Inglaterra, como tantos emigrados, y, luego, a Italia. Encarnaba la paradoja que ha estudiado Vicente Llorens, en su clásico estudio «Liberales y románticos»: huyó de España y eso le permitió conectar con la literatura romántica europea. Volvió del exilio en 1834 y publicó «El moro expósito», una recreación del tema legendario de Mudarra. Al año siguiente, estrenó «Don Álvaro». Algo posteriores son sus «Romances históricos», antecedentes de las «Leyendas» de Zorrilla, entre los que destaca el popularísimo «Un castellano leal». Ya consagrado, ocupó importantes cargos: embajador, presidente del Consejo de Estado, director de la Real Academia... Como tantos otros, había evolucionado mucho. Resume Llorens: «El liberal exaltado de la juventud se ha convertido en el reaccionario también exaltado de la vejez. Y no sólo políticamente: también en sus gustos literarios». Murió en Madrid, en 1865.

Juanito Valera lo recuerda con gran simpatía: «Chistosísimo en la conversación, lleno de gracia y de viveza andaluzas, e incomparable contador de cuentos...». El duque, muy aficionado a la pintura, se complacía retratando a bellas mujeres napolitanas, ligeras de ropa, que su joven agregado observaba con deleite, mientras leía; luego, el pintor añadiría poéticos títulos a sus obras: «La inocencia», «La melancolía»... Con 56 años, se autorretrataba irónicamente: «Ni amistad santa me faltó tampoco / de hermosísimas damas; sin peluca, / ni tos, ni panza, ni tabaco y moco / puede un anciano verde alzar la nuca, / y logré que dijeran muchas bellas: / ¡Quanto è simpaticone questo Duca!».

Texto: Andrés Amorós

lunes, 18 de abril de 2016

Palacio de Linares

Tuvo una educación cosmopolita en Inglaterra, Alemania y Francia y heredó pronto una gran fortuna: perdió muy joven a sus padres y sus hermanos. Pero no solo preservó el legado familiar, sino que lo incrementó ampliamente. José de Murga y Reolid, primer marqués de Linares –Amadeo de Saboya le concedió este título nobiliario– fue un hombre de negocios como mucho ojo y un sibarita. Amante del lujo más exquisito y la buena vida, el arte y la música fueron sus grandes pasiones, aunque también llevó a cabo una destacada labor filantrópica.

José de Murga y Reolid
I Marqués de Linares
Casado con Raimunda Osorio y Ortega, viajaron por toda Europa, donde acudían al teatro y la ópera y adquirían, sobre todo en París, obras de arte y objetos decorativos para sus mansiones. En especial, para la joya de la Corona familiar: el Palacio de Linares, que alzó sobre los solares del antiguo Pósito Real en el más selecto paseo madrileño de la época, denominado «el barrio de los banqueros», cerca de otros palacios como el del marqués de Salamanca, Xifré, Buenavista, propiedad entonces de la Casa de Alba; Uceda. Indo, Santoña, Gaviria... No escatimó en gastos: mármol de Carrara para la escalera imperial, sedas orientales para el salón japonés, pinturas pompeyanas en las galerías... Lo dotó de los últimos adelantos tecnológicos (calefacción, teléfono, montacargas) y contrató a los mejores artistas españoles del momento para su decoración: Francisco Pradilla, Sebastián Gessa, Casto Plasencia, Manuel Domínguez, Alejandro Ferrant, Ricardo Villodas... De estilo neobarroco francés y muy ecléctico, fue diseñado por los arquitectos Carlos Colubí, Manuel Aníbal Álvarez y Adolf Ombrecht.
Los marqueses de Linares no tuvieron hijos y el palacio y sus tesoros fueron a manos de su ahijada, Raimunda Avecilla y Aguado, hija del abogado y administrador de la familia. Con los años, el edificio fue adquirido por la compañía marítima Transmediterránea, después por la Confederación Española de Cajas de Ahorro (CECA), fue a parar a manos de Emiliano Revilla y César Montenegro y, finalmente, a cambio de una permuta por unos terrenos, pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de Madrid. En 1989 se pensó en la creación de la Casa de América, para lo que se creó un consorcio: Exteriores y la Comunidad de Madrid pagarían la restauración del palacio a cambio de que el Ayuntamiento cediera el edificio durante 50 años. Tras dos años de una compleja y costosa restauración, abrió sus puertas, completamente remozado, en 1992. Hoy luce espléndido, con la diosa Cibeles como testigo y algún fantasma rondando por él.
Texto: Natividad Pulido
Diario ABC

viernes, 15 de abril de 2016



Centenario de Carlos III

Ciclo de conferencias

Del 14  de abril al 05
  de mayo  de 2016


Norma Sturniolo impartirá un ciclo de conferencias con motivo del Centenario de Carlos III.
Norma Sturniolo










14 de abril. 19h
El Madrid de Carlos III
21 de abril. 19h
Arte y sociedad en el reinado de Carlos III
28 de abril. 19h
La política reformista de Carlos III y la oposición reaccionaria 
5 de mayo. 19h
La lengua, la lectura y la prensa en tiempos de Carlos III
 

George Villiers, I Duque de Buckingham (1592 – 1628). Favorito del rey Jacobo I de Inglaterra y de su hijo Carlos I.

En 1623, Villiers acompañó a Carlos, príncipe de Gales, a España para negociar el matrimonio entre éste y la Infanta María Ana, hija menor de Felipe III. Este viaje le permitió estrechar su relación de confianza con el futuro rey Carlos I. En Madrid el rey Felipe IV los obsequió con numerosos ejemplares de caballos de raza española, lo que más adelante contribuyó a que en Inglaterra surgiesen los pura sangre.
Las negociaciones venían de largo, pero se cree que Villiers fue el causante del fracaso de las mismas. Se cuenta que el príncipe Carlos se encaprichó sinceramente de la Infanta, pero se extralimitó según la recatada corte madrileña al trepar por una tapia para verla; la Infanta huyó despavorida.
El embajador español pidió que el parlamento ejecutara a Villiers por su comportamiento en Madrid, pero Buckingham ganó renombre pidiendo la guerra contra España a su vuelta.
Fue luego enviado en 1624 a Francia, junto al conde de Holanda, para solicitar la mano de la princesa Enriqueta María de Francia, hija de Enrique IV, para el rey de Inglaterra. La religión católica de la novia provocaría rechazo entre los ingleses. Durante la misión diplomática en Francia Villiers cortejó a la reina Ana de Austria, lo que le valió la expulsión y la animadversión de Luis XIII y Richelieu.

domingo, 3 de abril de 2016

"Capricho" por Almudena de Arteaga

Almudena de Arteaga    
Editorial: Planeta
Año publicación: 2012
Temas: Historia




Almudena de Arteaga y del Alcázar
Marquesa de Cea
Escritora
Capricho es un recorrido histórico aderezado de intriga por un Madrid de principios del siglo XIX plagado de cambios y convulsiones sociales.

Goya, el más fiel cronista de su tiempo, cede a los apasionados caprichos de tres de sus musas sin medir las consecuencias que estos desatinos le pueden deparar. La condesa-duquesa de Benavente, la duquesa de Alba y la condesa de Chinchón, como el reflejo de la sabiduría, la seducción y la dulzura, tres de los atributos que el pintor más admira en la mujer, resucitan en esta novela para guiar al lector por el languidecer del siglo xviii y el convulso nacimiento del xix. Bajo su mecenazgo paseará por los teatros, plazas, conventos y palacios para profundizar en aquella acomodaticia sociedad que, rendida al divertimento y la desidia, a punto estará de perderlo todo a manos de los invasores napoleónicos.

Premio Azorín de Novela 2012
La condesa de Chinchón por Goya (1800) 
Museo del Prado (Madrid)

Palacio Real de Olite (Navarra)

Es uno de los monumentos más visitados de toda Navarra. No es de extrañar ya que entrar en Olite es sentirse de inmediato en un cuento de hadas. Con un solo vistazo, este palacio nos transporta a la Edad Media. Sus torreones y pasadizos hacen las delicias de cualquier amante del arte, la arquitectura o la historia. El conjunto, además, cuenta con espectaculares miradores desde los que podemos contemplar la villa medieval de Olite.
Este palacio es la obra cumbre del reinado del entonces rey de Navarra, Carlos III. Era tal la envergadura del proyecto que de este castillo se decía que tenía tantas habitaciones como días tiene el año. La obra fue todo un derroche económico para la época. El monarca quería que su castillo provocara la admiración de sus huéspedes y lo consiguió.


Uno de sus principales encantos es el aparente desorden de su diseño. Esto se debe a que su construcción nunca se afrontó como un proyecto de conjunto, debiéndose el resultado final a las continuas obras de ampliación y reforma que se sucedieron durante siglos, aunque la mayor parte de las obras se realizaron entre finales del siglo XIV y principios del XV. El entonces rey de Navarra, Carlos III "El Noble", decidió convertir el palacio existente en sede real permanente y dotarla de todo el ornamento propio de éstas.
El conjunto está formado por estancias, jardines y fosos. Todo ello rodeado por las altas murallas y rematados por las numerosas torres, que le confieren una espectacular y mágica silueta. En su época, llegó a ser considerado como uno de los más bellos de Europa.
Fuente: Guía Repsol/ABC