jueves, 29 de noviembre de 2018

El Gabinete de Dibujos del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se compone de algo más de 15.300 dibujos, que fueron en su origen un elemento esencial para la enseñanza.

Es la mayor colección de su género en España, con obras del siglo XVI hasta el siglo XX. La mayor parte de ellos, más de la mitad del fondo (alrededor de 9.500), son propios de la corporación, fruto de su labor como centro docente y formativo de arquitectos, pintores, escultores y grabadores desde su fundación en 1752. Este conjunto, que está integrado por la serie de dibujos arquitectónicos, por una parte –la más voluminosa- y por las pruebas de examen, premios y estudios, por otra, es de la mayor relevancia e interés. Constituye un verdadero tesoro para el conocimiento de las Bellas Artes y su desarrollo en España, por lo que es muy consultado por investigadores y especialistas. A este conjunto hay que añadir la serie de Monumentos Arquitectónicos de España, una relevante empresa del siglo XIX, de acuerdo con las competencias de la Academia en la protección y conservación del patrimonio histórico-artístico de nuestro país.

Bienvenida del presidente

 
 
Desde el 8 de enero de 2015, al incorporarme oficialmente como director de la Real Academia Española (RAE) tras las elecciones celebradas por nuestra corporación el 11 de diciembre de 2014, tengo también el honor y la responsabilidad de ocupar la presidencia de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), tal como se prevé en sus vigentes estatutos.
Desde aquel momento, adquirí gustosamente el compromiso de ofrecer todo mi apoyo y colaboración a cada una de las veintitrés academias que forman la ASALE, esenciales en la tarea común de trabajar en favor de la unidad de la lengua en el ámbito hispanohablante.
El nacimiento de la ASALE, en 1951, está íntimamente vinculado a México, país del que partió esta feliz iniciativa, auspiciada por su entonces presidente, Miguel Alemán, con una visión de futuro que merece ser reconocida y recordada con especial afecto. En 2015, México ha vuelto a tener un protagonismo especial en la vida de la ASALE porque se ha celebrado allí, en la capital federal, el XV Congreso de la Asociación, que ha elegido nuevo secretario general: el académico venezolano Francisco Javier Pérez, que sucede en el cargo a Humberto López Morales tras dos décadas de brillante mandato.
Uno de los acuerdos del XV Congreso ha sido precisamente la concesión de la Medalla de Oro de la ASALE a Miguel Alemán, a título póstumo, y a Humberto López Morales.
México fue la mejor antesala de otro gran acontecimiento en el que participaron, como ya es tradición, el Instituto Cervantes, la RAE y la ASALE: el VII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), que tuvo lugar en Puerto Rico en marzo de 2016.
Este portal electrónico de la ASALE, presentado en Panamá en 2013, aspira a ser el escaparate en el que se reflejen las actividades tanto de la Asociación como de cada una de las corporaciones que la componen. Las posibilidades de la tecnología, y más concretamente de las aplicaciones que se pueden consultar y difundir a través de la Red, constituyen una herramienta básica para dar a conocer los trabajos de la ASALE, plasmados en la eficaz política lingüística panhispánica desarrollada en los últimos años.
En abril de 2014, tuve el privilegio de hablar sobre El futuro de la palabra en la era digital en la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, CANIEM. En aquella ocasión expresaba algunas inquietudes sobre el futuro que nos depara el uso de las nuevas tecnologías:
«Cuando se habla de la digital divide, de la quiebra digital, se alude a la diferencia discriminativa e insalvable que se puede establecer en cuanto al uso y disfrute de las nuevas tecnologías por parte de los distintos países, sociedades o grupos sociales. Pero a mí me interesa también la posible quiebra digital entre generaciones. Que dejemos de hablar un mismo lenguaje y, sobre todo, que dejemos de compartir protocolos comunes para el desarrollo del pensamiento. No que dejemos de pensar igual, lo que es imposible, amén de inconveniente, sino conforme a una lógica sustancialmente común, fruto de determinados procesos cognitivos, compartible entre nosotros y nuestros hijos y nietos, o nuestros alumnos».
Pero mi mensaje, al margen de lanzar algunos interrogantes razonables, no pretende ser en modo alguno catastrofista. Todo lo contrario. Soy optimista por naturaleza y creo que los desafíos están para afrontarlos: no son insuperables. En la ASALE tenemos estos y otros retos por delante, pero siempre con la mirada puesta en el objetivo común que señalaba al comienzo de estas líneas: el trabajo en favor de la unidad de esta lengua común que compartimos quinientos millones de hispanohablantes en el mundo.
En una mesa redonda dedicada a esta cuestión fundamental, que tuvo como escenario la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México) en 2014, concluía mi intervención citando estos hermosos versos de la premio nobel polaca Wisława Szymborska, que quiero también reproducir aquí:

Medio abrazados, sonrientes,
buscaremos la cordura,
aun siendo tan diferentes
cual dos gotas de agua pura.


Darío Villanueva
Presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española
 

miércoles, 28 de noviembre de 2018

miércoles, 19 de septiembre de 2018

El Rey
historia de la monarquía. Volumen III

                
  • Editor/a José Antonio Escudero
                                
  • ISBN: 9788408080657
  • Editorial: Editorial Planeta                                
  • Lugar de la edición: Barcelona. España

José Antonio Escudero, autor.

martes, 18 de septiembre de 2018

Studio Peregalli by Massimo Listri

Laura Sartori Rímini and Roberto Peregalli
 
 
 
 


lunes, 17 de septiembre de 2018

La Princesa Irene de Grecia y Dinamarca (1904-1974), Reina de Croacia.


Mujer de gran valía intelectual y de notable elegancia, la princesa Irene tuvo que hacer frente a lo largo de su vida a no pocos reveses del destino, como el largo exilio o incluso la prisión a manos de las autoridades nazis. Hoy, pues, dedicamos estas líneas a la Duquesa de Aosta, Irene de Grecia y Dinamarca. Nació la futura Soberana croata el 13 de febrero de 1904 en Atenas, siendo la quinta hija del futuro rey Constantino I de Grecia (1868-1923) y de la princesa Sofía de Prusia (1870-1932), después tres varones y de su hermana Elena (1896-1982). Nueve años después del nacimiento de Irene llegaría la benjamina de la familia, la princesa Catalina (1913-2007), quien se convertiría en su mejor amiga y en un apoyo constante a lo largo de su vida. La infancia de la Princesa transcurriría sin grandes sobresaltos, lo que le permitiría recibir una amplia formación, convirtiéndola en políglota y amante del arte.   
 
A los trece años, su padre, ya Monarca, fue obligado a abdicar en favor de su hijo Alejandro (1893-1920), por lo que Irene se trasladó con sus padres al exilio suizo.  El rey Alejandro reinaría Grecia poco más de tres años, una vez que en 1920 moriría de forma trágica a causa de una infección producida por la mordedura de un mono. El pueblo griego conmocionado, en plebiscito, pediría entonces de forma abrumadora el regreso del rey Constantino, quien ocuparía el trono por un período de dos años, tras los cuales volvería a abdicar, esta vez a favor de su hijo Jorge (1890-1947). Esta nueva renuncia de su padre – quien moriría apenas un año después - llevaría por segunda vez a Irene al destierro, esta vez en Italia y en compañía de su madre y de su querida hermana Catalina.
En tierras italianas, la joven Irene no quiso llevar la vida regalada y ociosa que le habría correspondido como hija y nieta de Reyes. En Florencia, la Princesa griega, siempre muy solidaria, decidió formarse como enfermera en un hospital local. Por las noches, la joven disfrutó como una chica más de su edad de las noches de Florencia, visitando con asiduidad los salones de baile y convirtiéndose poco a poco en una celebridad en la ciudad transalpina.                
 
                     
Casó con el Duque de Espoleto y futuro Duque de Aosta, el príncipe Aimón. La joven había conocido a este aristócrata italiano – cuyo bisabuelo era el rey Víctor Manuel II (1820-1878) – en una fiesta de exiliados griegos en Italia en la que los dos habrían quedado prendados el uno del otro. El Príncipe, hombre muy apuesto y muy aficionado al alpinismo, llegó a romper la relación formal que mantenía con la infanta Beatriz de España (1909-2002). Pese a que en la corte griega se consideró que el matrimonio no cumplía con las expectativas creadas en torno a la princesa Irene, ésta se negó a renunciar al amor. Los Príncipes casarían finalmente el 1 de julio de 1939 en Florencia.                                        
Apenas tuvieron los recién casados tiempo para disfrutar de su sincero amor. El estallido de la Segunda Guerra Mundial supondría un auténtico terremoto en todos los aspectos de la vida de los europeos, incluida la de los Príncipes. La princesa Irene decidiría alistarse en la Cruz Roja y llegaría a viajar a la Unión Soviética para auxiliar a los heridos del conflicto. Su labor, calificada por muchos de heroica, solo terminaría cuando quedara embarazada de su único hijo, el príncipe Amadeo (1943).
Al mismo tiempo, el príncipe Aimón se vio inmerso en una operación política que le colocaría en el trono de Croacia. El llamado Estado Independiente de Croacia había sido creado en 1941 como un país títere al servicio de fascistas alemanes e italianos. Al rey Víctor Manuel III se le encargaría la tarea de designar un Monarca para este país. El Soberano transalpino se decidiría por su primo, el príncipe Aimón, quien en primera instancia se negó a aceptar el ofrecimiento. Es conocido que la princesa Irene llegó a entrevistarse con varios consejeros del Rey italiano, intentando por todos los medios evitar la coronación de su marido. Finalmente, y sometido a una presión más que considerable – algunas fuentes apuntan incluso a graves amenazas -, el Príncipe dio su brazo a torcer y se convirtió en Rey de Croacia con el nombre de Tomislav II. De este modo, la princesa Irene se convertía en Reina. Influenciado por su esposa – que temía ser víctima de un atentado en tierras croatas -, el nuevo Rey ni siquiera llegó a viajar a su nueva nación, gobernando vagamente desde su oficina en Roma. La reina Irene tampoco gustaba que se la denominara majestad en los actos públicos y siempre subrayaba, para desagrado de las autoridades italianas, que ni ella ni su marido nada tenían que ver con Croacia, país que les resultaba totalmente extraño.   
Tras el armisticio de Italia y el fin del régimen de Mussolini, el rey Aimón abdicó del trono croata. Comenzaría así un calvario para Irene y su familia, una vez que serían detenidos por los alemanes y llevados a campos de trabajo tanto en Austria como en Polonia. No sería hasta 1945, coincidiendo con la derrota de los alemanes, cuando serían liberados de nuevo. Pese a las penurias vividas, la princesa Irene siempre mantuvo una postura digna, negándose a recibir privilegios por su condición y compartiendo el infortunio con sus compañeros de cautiverio.
 
Irene de Grecia y Dinamarca, Duquesa de Aosta. 2.Ernesto Augusto de Hanover 3.Federica de Hanover. 4.Pablo de Grecia y Dinamarca 5.Victoria Luisa de Prusia
 
De vuelta en Italia, la relación con su marido se deterioró hasta el punto que cuando en 1947 se proclamó la República italiana, ambos eligieron destinos diferentes para marchar al exilio. El Príncipe viajaría a Sudamérica, mientras que la Princesa y su hijo, el príncipe Amadeo, optaron por Suiza. El contacto familiar prácticamente se desvaneció. Amión moriría en Buenos Aires en 1948, sin poder soportar los rigores del destierro.
Los últimos años de vida los pasará la princesa Irene al lado de su hermana Elena de regreso en Italia, en Fiesole. Allí morirá el 15 de abril de 1974 a la edad de setenta años. Sus restos mortales descansan en la Cripta Real de la Basílica de Superga, en Turín, en donde se entierran tradicionalmente los miembros de la Casa de Saboya.
Coat of arms of the savoy-aosta line

domingo, 16 de septiembre de 2018

Gaspar Melchor de Jovellanos by Goya (1798)


EL MARQUÉS DE VIANA Y LA CAZA



Viana y Alfonso XIII cazaron juntos en muchos otros sitios, incluso en el extranjero (Escocia y Hungría). El marqués de Viana y la caza da buena cuenta de jornadas cinegéticas en cotos andaluces, incluido Doñana; en los Picos de Europa; en Gredos, donde la afición real sirvió para preservar la emblemática Capra pyrenaica victoriae, o en fincas de postín de la geografía española como Encomienda de Mudela (Ciudad Real), La Ventosilla (Toledo) o El Guadalperal (Cáceres), propiedad de Hernando Fitz-James Stuart, duque de Peñaranda y hermano del XVII duque de Alba. Acabaría siendo, además, yerno de Viana, al casar con su hija Carmen. El hoy duque de Peñaranda, Jaime Fitz-James Stuart, es también IV marqués de Viana. De hecho, es en El Guadalperal donde se conservan los 24 álbumes fotográficos que recopiló Viana. De dos de esos álbumes y del archivo del palacio de Viana, en Córdoba, proceden la casi totalidad de imágenes ahora recopiladas.
Su tío, el I marqués de Viana, Teobaldo Saavedra, con el que creció el futuro montero de Alfonso XIII tras quedar huérfano a los 7 años, fue un gran aficionado a la fotografía. Él no tanto, a pesar de mostrar gran interés por otros avances técnicos de su tiempo como los coches y los primeros aviones. Sin embargo, sorprende la minuciosa atención con que clasificaba sus fotos, a veces acompañadas de precisas anotaciones en depurada caligrafía. Todas juntas componen el retrato de ese señor de vitalidad exagerada que casi siempre vestía en sus jornadas de caza un sombrero hongo algo ridículo, pero también el de toda una época. Tal vez no seamos todos más que eso: retratos de la época que nos tocó vivir.

Juan García-Carranza Benjumea, autor.
El marqués de Viana y la caza, de José de Saavedra y Salamanca, II marqués de Viana.


sábado, 15 de septiembre de 2018


           EL ESCRITOR IÑIGO YBARRA MENCOS


Iñigo Ybarra Mencos
Fuente: ABC de Sevilla

Entre las últimas obras de este literato está la novela «La ardilla», la historia de un grupo de amigos de la alta sociedad sevillana en el verano previo a su incorporación a la universidad, allá por 1974. Ybarra también escribió «Valentín de Madariaga y Oya» o «La encina del francés». También fue muy celebrado su libro de viajes «A trompicones», que presentó en 2001. Entre sus biografías destacan «Alfonso de Zunzunegui» y «El doctor Thebussem: La realidad de la ficción».

LAS MUJERES YBARRA, NIDO Y NUDO


Las mujeres Ybarra, nido y nudo
de Clara Zamora Meca
Sevilla, 2017




De un arraigado linaje, una vida exitosa y
 un extenso árbol genealógico. Y de una idea

visionaria de transmitirlo, este libro.
Coincidiendo con el segundo centenario del nacimiento del I
Conde de Ybarra, José María Ybarra Gutiérrez
de Caviedes, salió a la luz el año pasado esta
obra, que nos permite ahondar en la historia
más desconocida de esta dinastía a través de
sus mujeres.

“Ha sido un trabajo muy intenso y laborioso”
nos explicaba al respecto y reconocía haber
contado con la absoluta colaboración
de la familia y estar muy contenta con
el resultado. Como ella dice, “siempre
poniendo mucho afecto y mucha delicadeza”
ha sido posible concebir este “documento
que recoge las costumbres y formas de vida
de la mujer española de una clase social
acomodada”. Un libro que sienta las bases
para futuras generaciones y que, como
corresponde a una profesional de la talla
de Clara Zamora –Doctora en Historia del
Arte por la Universidad de Sevilla, con doble
licenciatura en Periodismo y en Geografía e
Historia-, ha sido escrito con “rigor, nobleza
y entusiasmo”.
Inmerso en una audaz metáfora, el título del
libro hace referencia a la semilla (nido) en la
que nacen todos los Ybarra y la transmisión
de valores recibidos (nudo), que van
constituyendo las distintas ramas del árbol
de una familia educada, como nos explicaba
Clara, en valores tradicionales y siempre
bajo la moral cristiana. Es así como fiel a la
idiosincrasia de una familia como la de los
Ybarra, Zamora pone en nuestras manos
una obra elegante, visualmente organizada y
atractiva, escrita bajo unos claros parámetros
de coherencia, equilibrio y precisión, como
explica ella en la presentación.
Las elegidas han sido ellas, las consortes que
dieron descendencia a un linaje en el que “la
familia era el pilar de sus vidas”, nos decía
Clara. A través de las biografías se acude a
la evolución de la figura de la mujer desde
finales del siglo XIX, educadas y criadas en la
moral cristiana y vistas bajo el contexto social
y cultural de la época. Portadoras de una
base existencial férrea, las mujeres Ybarra
han aportado la estabilidad emocional a lo
largo de las distintas generaciones y eso ha
permitido el éxito y la efectividad laboral de
la familia.
El libro empieza con la mujer que cambió el
destino de esta dinastía, la sevillana María
Dolores González Álvarez, mujer de José
María Ybarra Gutiérrez de Caviedes, I Conde
de Ybarra, que llegó a Sevilla desde el norte
de España huyendo del general Espartero.
Fue así como el destino quiso que desde la
capital andaluza comenzaran a crecer las
ramas de este extenso árbol genealógico. Y
no sólo cambió el devenir del linaje, sino de
la propia ciudad, ya que fue el I Conde de
Ybarra quien, entre otras cosas, constituyó
junto al catalán Narciso Bonaplata la Feria de
Sevilla.
Las mujeres Ybarra, nido y nudo

lunes, 30 de julio de 2018

domingo, 29 de julio de 2018



Victoria Elisabeth de Hohenlohe-Langenburg, duquesa de Medinaceli



El ducado de Medinaceli es un título nobiliario español creado por la reina Isabel la Católica en 1479 a favor de Luis de la Cerda y de la Vega, V Conde de Medinaceli. Su nombre se refiere al municipio castellano de Medinaceli, en la provincia de Soria (Castilla y León) y también a una amplísima Comunidad de Villa y Tierra que ocupaba el sureste de la actual provincia de Soria y una gran franja central de la de Guadalajara, hasta el río Tajo. Tiene asociada Grandeza de España originaria desde 1520 y da nombre a la Casa de Medinaceli. El último titular fue Marco Hohenlohe-Langenburg y Medina, que heredó por la ley de reforma sucesoria del año 2006 el título tras la muerte de su abuela, Victoria Eugenia Fernández de Córdoba y Fernández de Henestrosa, lo que supone un cambio de apellido en la casa ducal, pues desde hace más de 300 años ha llevado el mismo apellido, Fernández de Córdoba. Tras el fallecimiento de este el 19 de agosto de 2016 el título lo heredó su hija Victoria Elisabeth de Hohenlohe-Langenburg, quien también ostenta el título de Princesa de Hohenlohe-Langenburg en Alemania.



Carmen Iglesias,
Presidenta de la
Real Academia de la Historia

Don Juan de Borbón

Jaque a la legitimidad del Rey


Don Juan de Borbón, sentado sobre la alfombra, en vísperas de la Segunda República, en 1906.
Detrás, Alfonso XIII y Jacobo Alba

"Jaque a la legitimidad del Rey" 17 abril 2018
Publicado en "Diario de Cádiz"
Autora del texto: Clara Zamora Meca

Ahora, cuando se han cumplido veinticinco años del fallecimiento de un miembro fundamental en el mantenimiento de la Casa Real de Borbón, cabe recordar las palabras que un día dijo su padre, quien tampoco murió limpio de incorrecciones: "En España hoy todo es mediano menos España misma, que ha sido y será siempre grande por derecho propio". El Rey anda permanentemente en la cuerda floja. Para muchos españoles -celosos desconocidos- es un anacronismo intolerable continuar con la monarquía hereditaria. La concepción clásica, casi mística, de esta fórmula presupone creer en Dios, que fue el que designó a un hombre y a sus descendientes como raza escogida. Esta doctrina política del derecho divino, que suena alarmantemente anticuada, es en la que se sustenta el principio de la legitimidad. "Je fais mon métier de roi", decía constantemente el todopoderoso Luis XIV.

Los hombres destinados a regir todas las pequeñas células que forman un pueblo -desde la nación más civilizada a la tribu más salvaje- poseen una doble naturaleza: la humana y la simbólica; y están predestinados para engarzar ambas de manera natural, su físico y su psique deben solidarizarse permanentemente con su investidura. Don Juan perdió su trono, en efecto, pero no la soberanía que nadie pudo quitarle en la tierra, por haberla recibido, junto con la vida, de un poder muy superior. Tenía bien ordenadas en la cabeza las ideas sobre el lugar que el destino le había reservado en esa regia cadena. Aquel hombre, con su porte, vivió en un estado de representación permanente. Supo confundir a sus críticos y hacerlos sus apologistas. Reunió las características del hombre moderno y de un rey antiguo, puso todo su empeño en cumplir, fuera de su patria, con los deberes que, por la dignidad de su nacimiento, le correspondían, a despecho de ancestrales flaquezas y de la acción corrosiva de crueles desencantos. Era precisamente entonces cuando don Juan se presentaba más rey que nunca, demostrando con pertinaces esfuerzos el camino de la salvaguardia de los intereses y prestigios de la realeza en general y de su dinastía en concreto.

La esencia de la Monarquía y la ley conexa de la legitimidad estaban en jaque, pero su labor competente saltó por todo el alud de las históricas controversias. Muy probablemente, en su interna soledad, padeció y fue desgraciado, pero a día de hoy, si pudiera ver el estado español, comprendería satisfecho cómo su discreto paso por la historia fue una edición extraordinaria. Si fueron desmerecidos sus honores en vida fue porque estaban llamados a prolongarse de cara a un mundo impaciente. La calma del Rey, entonces, puede actualmente ser perfecta.
 
La Casa de Borbón es una encarnación viviente de la monarquía legítima: la dinastía oriunda de Hugo Capeto, proclamado Rey en el año 987, e implantada en España con Felipe V, nieto de Luis XIV. Así lo dejó dicho en su testamento Carlos II el 2 de octubre de 1700: "Declaro que mi sucesor es el duque de Anjou, segundo hijo del Delfín… Declaro que si el duque de Anjou falleciese o fuere llamado a la sucesión de Francia, entonces la sucesión de la monarquía (española) correspondería al duque de Berry". Me asoma a la memoria, por una caprichosa asociación de ideas, el título del primer film con ambición de crear un espectáculo de calidad, El asesinato del duque de Guisa. Todo ello con la cándida esperanza que provoca la avaricia del racionamiento legal. Y luego, ellas, las Reinas de España, cada una con sus particularidades. En las misivas diarias llenas de faltas de ortografía que la mujer de Carlos IV escribió a su primer favorito, se puede leer: "Me paro porque el Rey, que me aguanta la vela, se cae de sueño, y tengo miedo de que se duerma y me queme las cortinas de la cama".
 
No sé si nuestro Rey actual, acostumbrado a estar en pública evidencia, echa el resto en el montón de sus recuerdos. Hallar el gran estímulo diario de su circunspecta labor es en sí misma una acción encomiable, por no decir divina. La historia de España, inflexible, continúa bajo su carácter que imprime la suprema garantía de estabilidad, conforme a una curiosa ley que parece regir divinamente en todas partes, aunque no esté escrita en ninguna. "Cuando un linaje ha dado todo lo que se esperaba de él, desaparece; pero, mientas subsiste, sus derechos son imprescriptibles" es la base de la doctrina del derecho divino. Y huyendo -si a estas alturas es posible- de controversias, me refugio para terminar en las propias palabras que el bisabuelo de nuestro Rey dirigió a un marqués de poca enjundia como para recordar aquí su nombre: "Me complazco en hacer constar que ha interpretado usted perfectamente mis pensamientos".


viernes, 6 de abril de 2018

El Excmo. Sr. Duque de Segorbe ha ingresado hoy en la Real Academia de Buenas Letras con un discurso dedicado a los archivos nobiliarios.





SAR. El Duque de Calabria en la presentación del libro “Cerimoniale dei Borbone di Napoli (1734-1801)”, de Attilio Antonelli. Celebrada en el Salón de Mayordomía del Palacio Real de Madrid, el día 27 de marzo de 2017.